Dos recetas para educar niños vulnerables y lograr buenos resultados en Simce

El San Joaquín lo hizo en 1990, su primer año de funcionamiento bajo la Fundación Astoreca, cuando nadie quería matricularse en un colegio con una historia de fracasos, y luego para encantar a los alumnos que, al terminar octavo, se iban a liceos técnico-profesionales. En el Elena Caffarena es una tarea constante: también la mayoría de sus alumnos se va en octavo, en busca de una capacitación rápida.


La otra semejanza pasa por los resultados: el colegio San Joaquín está instalado entre los mejores del país en el Simce, incluso superando a los privados. El Elena Caffarena va camino a lograrlo. Entre 2008 y 2009 subió 87 puntos en lenguaje y 77 en matemática, con lo que se equiparó al promedio nacional. Todo un logro para un establecimiento que en 2008 obtuvo el peor resultado a nivel nacional: 177 puntos en lectura y 173 en matemática. Y para un colegio donde el 97% de los alumnos vive en una situación vulnerable.


Hasta ahí las coincidencias. Las diferencias son varias por ser colegios estructuralmente distintos: uno municipal, el otro particular subvencionado.
El primero lucha con la fuga de alumnos y no alcanza los 15 por curso. El otro, selecciona mediante una tómbola a sus postulantes, que suelen triplicar las vacantes. Pese a que cada uno tiene 32 profesores, en el Liceo Caffarena varios están a punto de jubilar. En el San Joaquín, la mayoría son jóvenes y elegidos de los planteles más prestigiosos, pese al sueldo promedio.
"Después de mucho luchar, conseguí que tres profesores jóvenes se integraran al colegio y los escogí yo", dice  Llanza. Él recibió a Javiera Necochea, directora del San Joaquín de Renca para conversar. "Si siguen encaminados en la calidad y reflexión pedagógica, con foco en los resultados, van por buen camino", sentencia Necochea.


LA GRAN COINCIDENCIA
Hay factores que, según la literatura internacional, son claves en el rendimiento y estos dos casos son el mejor ejemplo. El primero, el liderazgo del director. Llanza llegó al liceo en 2007 con un objetivo: sacarlo adelante. Necochea llegó el año 2000 al establecimiento y en 2008 asumió la dirección.


Segundo: ambos tienen el foco en el aprendizaje y en mejorar la comprensión lectora, base de las otras materias. En el Caffarena, los alumnos tienen 15 minutos de lectura silenciosa al día, tienen bibliotecas de aula y se hacen pruebas dos veces por año para analizar el progreso de los niños. En el San Joaquín, también se evalúa y todos los días, los niños se llevan un texto de lectura preparado por el colegio para que les nazca el amor por los libros.


Los docentes son el otro pilar. "Todos los profesores tienen el foco centrado en lo académico y altas expectativas en los alumnos", dice Necochea. Desde séptimo, la mayoría son especialistas. En su par de El Bosque, desde primero a octavo, son generalistas, pero su gran mérito es la cercanía con los niños. En especial, la de Silvia Villaseñor, quien formó al cuarto básico que rindió el Simce en 2009.
Con más de 30 años de trayectoria, en 2006 le fue encomendada la tarea de seguir con el curso desde primero a cuarto básico, con un programa de apoyo y capacitación. Enseña a leer a cada uno, según sus propias capacidades; llama a las casas cuando no van a clases y cuando se le pregunta su receta, responde: "Con amor y fe en ellos". En cada siete en el cuaderno de sus alumnos, no hay stickers, sino una frase escrita por ella: "Te quiero mucho".