Los profesores detrás de los puntajes top

En los ensayos no había pasado de 750 puntos. Con él, me mentalicé", dice esta joven, que quiere seguir Ingeniería Comercial en la UC. El mensaje no era de algún familiar, sino de su profesor de matemáticas, Mauro Quintana, para quien es clave motivar al alumno a fin de garantizar su éxito.

Licenciado en Matemáticas, Quintana se dedica exclusivamente a preparar alumnos para la PSU. Este año, dos de ellos lograron puntaje nacional y cinco estuvieron a una pregunta de hacerlo.

Después de hacerles una evaluación individual, Quintana agrupa a los estudiantes en conjuntos de no más de cuatro alumnos, según su nivel, y acomoda el método de trabajo al estilo de cada uno. Así, con Daniela, por ejemplo, quien confiesa tener dificultades para concentrarse, conversaban sobre matemáticas y trabajaban en lo que ella iba pidiendo. "A veces estábamos hasta la madrugada, resolviendo dudas y conversando. Más que un profesor, él es un amigo", dice la joven.

"La mayoría de las personas que pide un profesor privado tiene urgencia de un puntaje alto o le va mal, en ambos casos se necesita conocer bien al alumno para potenciar sus habilidades", dice Quintana.
Mario Maldonado: de ingeniero a profesor

Mario Maldonado es un ingeniero informático que se convirtió en profesor gracias a sus tres hijos. Vive en Machalí, y aunque desde chico tuvo una vocación por enseñar, no fue hasta que su hija mayor, Paula, quiso prepararse para entrar a estudiar Medicina en la U. Católica que se lo tomó en serio. Le hizo clases a Paula, junto a algunas amigas y ese año, el 2000, además de conseguir que su hija entrara a la carrera, tres de sus compañeras sacaron puntaje nacional. Se corrió la voz y lo que partió como un asunto familiar se transformó en la profesión de Mario.

Fundó su propio centro de formación en matemáticas y toma a estudiantes desde octavo año para hacerles reforzamiento después de clases. Este año preparó a una treintena de alumnos, entre los que estaba su hijo menor: cinco obtuvieron puntaje nacional en Matemáticas. Entre ellos, su hijo (en la foto, segundo de iz. a der.).

Su método es trabajar en grupos para estimular una competencia sana, además señala ser exigente. Algo que corrobora su hijo Mario. "Les exige a todos, porque sabe que pueden dar más de lo que al principio parece", dice.

Pero no sólo se ocupa de los mejores. "Los que tienen buen resultado están claros con lo que quieren, a los otros les cuesta más, porque están desilusionados", dice. Por eso, su labor por estos días es visitar a los alumnos que no alcanzaron el puntaje que deseaban.
El grito de guerra del Instituto Nacional

Todas las clases se repetía la rutina de Belfor Aguayo, profesor de matemáticas, frente al curso: "¿Cuál es nuestro objetivo?", gritaba. Los alumnos le respondían: "¡Ser puntaje nacional!".

Y lo fueron. Veintinueve jóvenes obtuvieron la máxima distinción en el test, 27 de ellos en matemáticas. Un logro que los alumnos agradecen al profesor Aguayo, quien, con sus tips para la PSU, como tomar un buen desayuno rico en huevos, leche, café, pan, galletas, y contar historias de vida, les ayudó a lograr los 850 puntos. "Cuando yo enseño números soy profesor de matemáticas, pero cuando les hablo de otras cosas, soy un formador de hombres", explica.

La clave del éxito, para Aguayo, que ha visto pasar a muchos puntajes nacionales en su aula, es combinar enseñanzas valóricas con materia dura, que permitan al joven tensionarse y distenderse durante la clase.

Otro de los docentes detrás de los logros del Instituto es Orlando Ceballos, quien el próximo año se jubila. Sus alumnos lo reconocen como el maestro que mezcla las matemáticas con chistes de parábolas y vértices.

Ambos son conocidos por sus pruebas sorpresas que hacían temblar hasta al más mateo; por los ensayos continuos de los ejercicios más complicados de la PSU y la constante motivación a los alumnos.
La docente de los puntajes máximos del Verbo Divino

El pasado domingo 21, la profesora María Soledad Valenzuela, del colegio Verbo Divino, en Las Condes, tuvo mucho que celebrar. Siete alumnos habían conseguido 850 puntos en matemáticas.

Pero no se trata de una novedad. Desde 2006 trabaja en el colegio y desde entonces tiene a su haber varias generaciones de puntajes máximos. Pero el curso de este año era especial. "Allí estaba mi hijo, los alumnos me veían como una tía", dice.

Fue la primera mujer en hacer el ramo de matemáticas específicas. Y los jóvenes, acostumbrados a que ese era terreno de hombres, desconfiaban. "Al principio me miraban raro, pero cuando empezaron a ver resultados las cosas cambiaron", dice.

Un obstáculo que debieron superar sus alumnos fue el método que impuso María Soledad. Las pruebas no sólo medían la materia nueva, sino que abarcaban todos los contenidos desde tercero medio.

A la hora de los resultados, ninguno esperaba ser puntaje nacional. Incluso se catalogaban como "el equipo B". Sin embargo, su profesora asegura que esa menor presión les ayudó a tener más confianza.

Los siete estudiantes reconocen que tienen una relación especial con su profesora. Incluso, ella les envió una carta cuando salieron de clases. En ella, no sólo los felicitaba por sus logros, sino que, además, les pedía disculpas por las cosas que quizás no hizo por ellos.