En el Día del Maestro: ¿Por qué ser profesor?


En la sociedad que hoy vivimos lo importante es ganar dinero para satisfacer esa fiebre del consumismo que nos despiertan esas fabulosas campañas publicitarias.

Entonces, ¿Por qué elegir ser profesor?

Algo trataba de escuchar mientras meditaba la respuesta a mi especial vocación de enseñar.

Recordaba a mi mamá y Rosa como me apoyaban para terminar mi carrera, luego como me marchaba a zonas alejadas en el altiplano a servir a niños de orígenes muy humildes. ¡Cómo no recordar cuando planificaba mis clases de cuarto a sexto año básico a la luz de una vela y al calor de un fogón!

Llegan a mi mente las caritas de alegría que ponían los niños cuando los trajimos a la ciudad y veían por primera vez el mar, y para que decir del entusiasmo con que me recibían cuando sabían que les contaría un cuento, impregnado de mucho afecto y enseñanzas que algún día podrían convertirse en alguna norma de buen vivir.

Pensaba en cuando le rogué a mi hija para que siguiera algo relacionado con educación. ¡Cómo desee escuchar que en alguno de mis hijos naciera el deseo de seguir los pasos de maestro de su padre! Con mucha pena me daba cuenta que aquellos no son planes de los jóvenes de hoy.

Estaba por teminar el almuerzo y todos seguían interesados en la discusión sobre las enormes ganancias de algunos individuos, cuando alguien llamó a la puerta, Rosa salió al encuentro de aquella visita y se dirigió en busca de mi persona -¡Te buscan a ti, José!, replicó.

Me puse de pie y me acerqué.

Era un joven de aspecto muy serio que venía junto a su grupo familiar.

- Hola, José. Para atenderte - dije, pensando si debía conocerlo o no.

- ¿Es el mismo profe que enseñaba en la escuela de Chujlluta?

Me puse muy nervioso, lo cual afectó más mi audición y por mi mente pasaron recuerdos de aquellos años hermosos.

- ¡Si!, exclamé, dando la impresión como si hubiera despertado de improviso de aquellos recuerdos.

- Soy Roberto Huaylla, estaba en su curso de Sexto Año dijo entusiasmado.

Nostalgia y alegría reflejaban mi rostro.

Sí, hijo, le dije con mucha ternura, al tiempo que recordaba aquel niño muy respetuoso que adornaba su cabeza con un vistoso chuyo y un largo vestón que lo cubría del frío que en ocasiones bajaba de 0º grado.

Era uno de los alumnos que me acompañaba en aquella escuelita de una sola sala, enclavada entre montañas cubiertas por blancos nevados a más de 4.000 metros de altura.

- Bueno, he bajado a la ciudad y he tratado de localizarlo. Quería presentarle a mis hijos, al profesor que me enseñó a confiar en mis sueños y de lo que podía lograr si me empeñaba en hacerlo, convirtiéndose Ud. profesor en el guía de mi familia y la importancia que cobró en nuestras vidas, comenzando por la mía.

Continuó entregándoles otros detalles a sus hijos e insistiendo en lo significativo que fui para él, señalandome insistentemente, como para que después nunca olvidaran mi rostor. Mis consejos sobre el esfuerzo y los premios que podría alcanzar, no se limitaron a la escuela; sino que permanecieron a través del tiempo, motivándolo a lograr las metas que se propusiera, y les decía a sus hijos que siempre me tenía en su mente, animándolo, lo que le daba fuerzas para seguir adelante.

- ¿Por qué elegí ser profesor? La respuesta había llegado a mi hogar: ¡La retribución en aquella ocasión era muy grande! Imagínense lo que gana nuestro espíritu en servir a nuestros semejantes con devoción, sin esperar grandes recompensas, a cambio logró que aquel poblador rural me convirtiera en un ídolo familiar para más de alguna generación, que a pesar de ser muy humildes, aprendieron lo importante de la educación que se les estaba entregando en un poblado tan pequeño. No existían compensaciones económicas que pudieran solventarlas, la entrega de principios, valores, orientación, estímulo, respeto y amistad que se complementaban con aquella hermosa labor, iban mucho más allá del deber cumplido!.