Cara y cruz

Es un asunto de equilibrio. La inversión del Estado en cobertura es visible y evidente. Según informes del Mineduc, la asistencia de estudiantes se ha magnificado (en primaria, porque secundaria sigue invisibilizada de nuestro mapa). Al parecer, en primaria una cara está resuelta, o al menos, va por buen camino. Pero si hablamos de la cruz ‘la calidad’nos cae una guacalada de agua fría.

Cuántas denuncias de escuelas desvencijadas, sin materiales didácticos. Niños sin cuadernos, sin libros, sin refacción escolar. Decenas de escolares atipujados en aulas con un solo maestro; débil o ausente supervisión y escasas herramientas de enseñanza, entre otras muchas carencias. Comparto que hay que iniciar por algo, pero en el caso educativo, cobertura sin calidad resulta ser algo parecido a un fraude social.

El Mineduc es pensado desde los niveles centrales. La supuesta calidad se construye desde la capital, pero en el aula no se ve nada claro, no aterriza. Muchas veces se desconocen o no se toman en cuenta las demandas y la realidad de quienes construyen el proceso educativo desde los niveles locales, por ello es importante que se hagan realidad los esfuerzos de desconcentración, permitiendo el ingreso de la localidad. Acá promulgamos por un modelo educativo que respete biografías, necesidades diversas y capacidades. La calidad educativa, en cualquier parte del mundo, debe partir de las demandas particulares, de las condiciones culturales específicas, de la participación comunitaria y de la construcción local, ahí en donde las voces de los pueblos tienen tanto que aportar en la formulación de modelos y contenidos.

¿Y de básicos? Seguimos con una juventud rural mayoritaria y brutalmente desatendida. ¡Ahí no hay moneda que valga! Si no atendemos la continuidad educativa con calidad, o sea a la juventud, entonces no estaremos haciendo mucho por evitar la perversa proliferación de sonrisas macabras (“smileys”). No se vale jugar “cara o cruz”, en educación debe ser siempre: cara y cruz.