Educación contra el hambre

En esa encomiable labor solidaria en la que están inmersas muchas organizaciones y asociaciones sin ánimo de lucro nunca ha faltado en las últimas cinco décadas Manos Unidas, una institución católica que estos días lanza su tradicional Campaña contra el Hambre, que ya suma la quincuagésima edición con la misma actualidad que cuando fue puesta en marcha por mujeres de Acción Católica.
La delegación diocesana de Manos Unidas en Toledo no es ajena a la efeméride y el pasado viernes celebró en la capital regional un acto especial de lanzamiento de la campaña en el que se homenajeó a voluntarias que han destacado por su «dilatada y generosa» labor. En ese acto también participó sor Bernarda García, misionera salesiana, que narró su experiencia con Manos Unidas y que también tuvo tiempo para conversar sobre ello con ABC.
Esta canaria de Las Palmas lleva 26 años trabajando en proyectos de cooperación en África. Togo, Costa de Marfil y, ahora, Mali, son los destinos en los que ha desarrollado su labor, casi siempre ligada a los fondos de Manos Unidas. Lleva cinco años en Bamako, donde puso en marcha una Fundación que ha promovido la realización de dos proyectos importantes relacionados con la educación, como fueron sendas escuelas, una para infantil y otra de primaria a secundaria.
Con este complejo educativo «estamos dando respuesta a las necesidades educativas de una zona de la ciudad donde no había escuelas de este tipo». Gracias a los apadrinamientos y otras ayudas es posible escolarizar a niños que, de otra forma, no tendrían acceso a la educación en estos centros, donde también se les proporciona una alimentación básica.
Bernarda García considera que este proyecto «es muy bonito porque creo que la educación es el futuro de cualquier país, si educas a un niño, estás educando a un pueblo, si educas a una niña educas una nación y por eso procuramos dar a estos chicos una educación que les sirva para que en el futuro puedan desenvolverse por sí mismos en la vida». En su opinión, «esta es una manera de combatir el hambre, porque les estás dando la posibilidad de ganarse el pan».
Una «revolución»
Por otra parte, también con recursos de Manos Unidas, colaboró en la puesta en marcha de una Maternidad, «una verdadera revolución», comenta sor Bernarda, ya que se realizó a 600 kilómetros de la capital, en una zona muy empobrecida a la que se accede por una pista sin asfaltar, pero que supone para los habitantes de la zona «un gran lujo; para ellos es como la mejor clínica de aquí». Hasta entonces, «las mujeres daban a luz en muy mal estado, con mucho riesgo para ellas y para los bebés», pero ahora las garantías sanitarias son mayores, lo que redunda en la mejora de la calidad de vida de la región. Además, se incide de esta forma en uno de los objetivos del milenio fijados por la ONU para la erradicación de la pobreza, como es el relativo a la salud materno-infantil.
Otra de las actividades que realizan las Hermanas Salesianas en Mali está relacionada con la alimentación infantil. «Mali es uno de los países más pobres del África occidental y los más pobres comen una vez al día, si es que pueden... mientras que aquí comemos tres o cuatro veces», afirma casi con remordimiento la religiosa para exponer las grandes desigualdades entre los países ricos y los más desfavorecidos; una situación todavía más contradictoria si tenemos en cuenta que Mali casi se divisa desde las Islas Afortunadas. Por eso, la salesianas elaboran una leche enriquecida para aportar a los niños nutrientes que necesitan para su desarrollo. La obra se completa con un dispensario medicinal destinado principalmente a la infancia y a las madres.
Para poner en marcha estos proyectos, la religiosa reconoce que tuvieron ciertas dificultades para la obtención del terreno «porque hay mucha corrupción y nosotros no entramos en eso, lo hacemos con rectitud y honestidad». Las reticencias iniciales de las autoridades se transformaron después en apoyo y entusiasmo «porque se dan cuenta que es bueno para su pueblo y, aunque es un país musulmán, admiran la labor de la Iglesia Católica, sobre todo en la enseñanza; saben que respetamos todas las religiones, toda las etnias. y aceptamos a todo el mundo. Y también nos respetan a nosotros».
Preguntada por la eficacia de las actuaciones que ha llevado a cabo a lo largo de 26 años de dedicación a la cooperación recuerda, a modo de ejemplo, a un grupo de chicas en Costa de Marfil «que llegaron analfabetas y hoy son profesoras». Aun así, «nosotros somos una gotita de agua».
El ejemplo y las experiencias de sor Bernarda sirven para demostrar que el esfuerzo y el dinero «que se da a Manos Unidas llega a su destino, esta es una vía de confianza» que trabaja por cumplir los Objetivos del Milenio y, además, está coaligada al mensaje del Evangelio: «tuve hambre y me dieron de comer», resume la misionera citando a Mateo.
En esta labor es fundamental la concienciación de los ciudadanos de los países ricos, que pueden colaborar con sus aportaciones a través de sus parroquias o de las delegaciones de Manos Unidas, recursos sin los cuales sería imposible poner en marcha una labor como la que realizan personas como sor Bernarda.