Matonaje: 83 % de los escolares no denuncian


Una de ellas: el niño nunca avisó a sus padres. Según datos de la Unidad de Intervención Temprana de la Universidad del Desarrollo, obtenidos en una encuesta a cinco mil estudiantes, sólo 15% de los escolares revela a sus padres que es víctima de agresiones y el 2% lo cuenta en el colegio. El 83% restante calla, hasta que un hecho grave devela la magnitud del problema.
 
Una de las razones para esta falta de confianza está en que los padres no siempre saben leer las señales del bullying, no dan las respuestas correctas o minimizan el problema. Así pasó, por ejemplo, con el menor del Lastarria. Fueron los propios compañeros los que alertaron a los padres de las amenazas. ¿La respuesta que dieron éstos? El niño estaba manejando bien la situación. Tampoco los progenitores supieron leer las pocas señales que había: el niño sólo había bajado levemente las notas.

"Les hemos preguntado a los niños por qué no hablaron antes y sus respuestas típicas son: 'Lo hice, pero no me tomaron en cuenta', o 'les dije, pero se burlaron o me exigieron que respondiera de forma violenta'", dice el sicólogo de la UDD, Felipe Lecalennier. Ante esta actitud, los niños no confían en que un adulto pueda resolver las cosas y optan por manejar el asunto por su cuenta. A ello se agrega la vergüenza de saberse agredido. "Los niños sienten que su prestigio está siendo menoscabado", dice Alberto Trautmann, de la Clínica Alemana.

LAS SEÑALES SON POCAS

La edad en la que el matonaje alcanza su punto máximo es entre los 10 y los 13 años. Sin embargo, el fenómeno se está adelantando. Según reconocen los expertos, si antes cuarto básico marcaba el inicio del período conflictivo, hoy ya se ven casos en primer año e incluso entre los preescolares (ver recuadro).

Ante esa precocidad, los expertos coinciden en que es más necesario que los padres estén atentos a las señales, que sólo se dan en dos períodos clave: al inicio del maltrato -cuando los niños están más ansiosos- y al final, cuando  temen por su integridad física o tienen depresión.

Señales que van desde cambios bruscos de ánimo a la pérdida de interés por el contacto social y que son comunes entre hombres y mujeres, aun cuando hay diferencias de fondo entre la agresión que sufren los niños y niñas. Los hombres suelen ser tres a cuatro veces más violentados físicamente. Entre ellas, se dan con mayor fuerza las palabras hirientes. Por esta razón, es más difícil identificarla.

También está claro es que ni el agresor ni el agredido ganan. El niño violento puede tener tantos problemas como su víctima. El joven que golpeó a su compañero en el Lastarria fue expulsado, y sus compañeros y profesores reconocen que era conflictivo y que estaba condicional. El típico "matón".

Pero, según los cercanos al caso, los padres parecían no querer hablar del tema, aun ante la evidencia. "Estaban más preocupados de si era  efectivo el seguro escolar que del problema", relata un cercano a la familia.