No hay educación sin premios y castigos


Es hora de que la Familia y la Escuela como "laboratorios sociales" de la democracia actúen en consecuencia, tomando decisiones concretas para no llegar a situaciones irreparables.

Lamentablemente, la globalización trajo consigo, como aspecto negativo, hacernos creer que la industria, el campo o el comercio son claves para garantizar el desarrollo y el futuro. Cuando realmente la verdadera industria pesada de la sociedad, es la educación. Un estudio reciente, elaborado por el Programa de Estudios de Opinión Pública de la UAI, arroja cifras por demás elocuentes: el 58,4% de los encuestados considera que estas conductas de los jóvenes se deben a la educación que reciben de sus padres, al estado general de la sociedad y a la pérdida de valores.

El subdesarrollo no es un problema económico. Es, en su esencia, subdesarrollo educativo, y esta baja calidad de formación acarrea consecuencias sociales y económicas que son las que hoy padecemos. Educar no es enseñar matemática o geografía. Es mucho más que eso: es enseñar a pensar, es asegurar, a través de la vivencia, el acendrar valores, desde el amor, a la creatividad, pasando por la voluntad, el orden la disciplina, la solidaridad, la trascendencia, la finitud.

La educación sin disposición de códigos, de reglas, de límites, sin tenencia y conservación de valores es imposible. La actual inexistencia de premios y castigos "anarquiza" la tarea escolar y educativa. La educación debe preparar para la vida, lo que significa asumirla en su complejidad y diversidad, con la capacidad de mantener los rumbos o direcciones esenciales, pero con la flexibilidad y apertura a las nuevas alternativas, por lo tanto creativamente. Cuando la Familia, la Escuela, y la Sociedad, no educan por el "vivir", el adolescente se evade de la realidad a través de las adicciones. La democracia no es estado de indefensión; si el que comete faltas graves de disciplina no recibe sanción o si se carece de límites, se incentiva la violencia y se destruye la formación de los futuros ciudadanos. La falta de régimen disciplinario en las escuelas hace que se inviertan los valores fundamentales. En una escuela primaria donde un alumno era hostigado y golpeado por tres compañeros, se decidió para preservar a la víctima, que permanezca, durante los recreos, en el aula. Es decir, la solución fue sancionar dos veces a la víctima (re-vicitimizarla) en vez de sancionar a los agresores siendo, el agredido, privado de los recreos (medida que además preservaría a la víctima de nuevos ataques).

Lo que vemos a diario es la consecuencia de esta falencia educativa. Las noticias son elocuentes: "El 73% de los alumnos secundarios toma alcohol y la mayoría dice que se emborracha", "Los jóvenes ya son un tercio de los que van a Alcohólicos Anónimos", "Más HIV", "Los adolescentes no usan preservativos". Debemos comprenderlo, no existe la casualidad. Esto que nos pasa tiene como origen una causa primera y fundamental: la Educación.