Educación y amistad en la Plaza de Mayo


Un clima de amistad signó las celebraciones: miles de chicos de escuelas de gestión estatal y de gestión privada compartieron serenamente un ambiente de fiesta; asistieron funcionarios de diversos niveles, desde el secretario de Educación de la Nación hasta el ministro del área de la ciudad. Y vistieron el guardapolvo blanco, como gesto simbólico, personas de distintos oficios y condiciones: una madre, un escultor (Antonio Pujia), un taxista, un médico, una estudiante de biología, una canillita, un motoquero, entre muchos otros. También se puso el guardapolvo el arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Bergoglio, que pasó casi inadvertido detrás de todos.

Grandes carteles daban idea del ambiente de esa concentración: "Educar es un gesto de amor", "Buenos Aires, ciudad del encuentro", "Entre todos y para todos", educar para la paz", "Camino al Bicentenario: Diálogo. Justicia. Unidad".

En su homilía, el cardenal habló de la siembra y del fruto, de que todos educamos desde nuestro puesto en la sociedad. Y en un mensaje por escrito dado a las comunidades educativas, dijo que "la verdad se abre, se devela a quien -a su vez- se abre a ella".

Como otros años, en un acto después de la misa, hicieron una oración interreligiosa representantes de distintos credos. "Dios de la vida, unidos en la diversidad, invocamos tu gracia infinita, y con humildad te suplicamos que recibas nuestra oración", dijeron juntos el padre Juan Torrella, el rabino Daniel Goldman, el dirigente islámico Omar Abboud y el pastor Rafael Sáenz.

Varios chicos leyeron un compromiso ciudadano: "Soñamos con una ciudad que, enriquecida por las diferencias culturales y religiosas, promueva la unidad entre sus ciudadanos; donde el bien común y lo que es de todos sea cuidado y valorado en un clima de paz y convivencia fraterna".

Un ambiente positivo, animoso, transmitió el locutor, "Pato" Galván, que se entusiasmó al decir que "todos enseñamos y aprendemos desde nuestro lugar". Y desde el palco, dos jóvenes que cuando eran estudiantes secundarios tuvieron la idea de impulsar el proyecto de ciudad educativa se expresaron con sencillez y soltura. Daniel Wizenberg, de 19 años, dijo: "Hace 200 años en esta misma plaza había gente que quería un cambio; hoy estamos nosotros; comprometámonos con nuestros guardapolvos blancos. Política no necesariamente es un partido ni un cacerolazo; es cualquier acción en pos del bien común".

En un tono parecido, anteayer, al hablar de educación, el arzobispo de La Plata, Héctor Aguer, subrayó que la formación de una comunidad, el crecimiento hacia la perfección de la vida social, tiene que ver con el amor recíproco, que al reflejarse en las costumbres cotidianas tiene que hacerse amistad social.