La paradoja de la educación


Sin embargo, con el discurrir de los años dejamos de invertir en el mejoramiento de los niveles de vida y la educación de los maestros. El sistema educativo, aunque recibió una fuerte inyección en infraestructuras, fue decayendo. La moraleja que se saca de todo eso es simple: Sin buenos maestros los edificios no serán nunca buenas escuelas.

En cambio las naciones asiáticas que hace medio siglo mirábamos con pena por su enorme pobreza y negro futuro, hoy están muy por delante de nosotros en materia educativa, capacidad productiva, niveles de vida y adelantos tecnológicos. Al cabo de tres generaciones, la inversión en el mejoramiento de los maestros, produjo sus frutos en esas naciones asiáticas.

Nosotros, ahora, miramos con admiración a esos pueblos que fueron capaces de superar en relativamente pocos años la miseria e ignorancia que los apabullaba.

Pero, aún cuando admiramos ese esfuerzo, parecemos incapaces de orientarnos en una solución similar.

Lo paradójico en el caso dominicano es que por más de cuatro décadas nuestros políticos y todas las fuerzas sociales han estado de acuerdo en que la educación debe ser el principal objetivo nacional. Para confirmar ese objetivo se han votado leyes ñcomo la que establece que se entregue el 4% del producto interno bruto a la educaciónñ se han elaborado planes y se han creado diferentes mecanismos para impulsar la enseñanza. Pero lo increíblemente contradictorio es que nunca llega el momento de aplicar todo eso en lo que estamos de acuerdo. Los partidos en la oposición dan gritos reclamando mejorías en la educación, pero cuando llegan al poder se olvidan del compromiso y todo se disuelve.

Parecería que estamos en el mismo sitio donde comenzamos hace décadas, caminando en círculos, como el que se pierde en el bosque. Pero aún así estamos de acuerdo: La clave del desarrollo es la educación. Esa es la paradoja.