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¿Qué será la educación pública?

fuente:www.elmercurio.cl

Por: Sol Serrano

La política tiene razones que la razón no tiene. Así debe ser, por algo es un arte y no una disciplina ni una profesión. Más aún, si la política fuera pura racionalidad técnica, estaríamos muy cerca de la pesadilla total. Y la política es también un entramado de intereses, pasiones, resquemores, sueños y proyectos cuyo hilo conductor, quiérase o no, es un relato racional sobre el sentido del bien público.

En las últimas semanas, al fin, la política se lució y negoció por aquí y por allá, bien a última hora, bien adrenalínico, hasta que salieron proyectos fundamentales. Me declaro una gran admiradora de las negociaciones políticas: requieren talento, flexibilidad y, al contrario de lo que creen los puristas, requiere una convicción gigante.

Otra cosa es el relato.

Los avatares que ha sufrido el proyecto de educación en el Congreso son francamente difíciles de entender desde fuera. Después de más de un año de discusión, comisiones y acuerdos, parlamentarios oficialistas pusieron en jaque uno de los pocos proyectos que el gobierno había logrado acordar con la oposición.

Se levantó en contra del acuerdo la bandera de la defensa de la educación pública, aunque posiblemente el detonante fueran los cambios que está viviendo el sistema político más que la defensa de algo que nadie estaba atacando. El episodio revela el resentimiento de muchos parlamentarios ante los otros poderes públicos.

Dos fantasmas de la historia de Chile resucitaron con una fuerza inaudita: la pugna entre los poderes del Parlamento y los del Ejecutivo y la pugna entre educación pública y privada. El primero sigue siendo un fantasma, el segundo ya es una bandera.

El relato tiene una articulación muy sencilla: la educación pública es la educación estatal, la educación estatal es la única que garantiza la equidad, la educación privada representa intereses particulares y es inequitativa. Esto significa hacer trizas la sociedad civil y volver a esa definición jurídica burocrática donde la propiedad define y garantiza el interés público. Es una bandera que nos retrotrae a la discusión de los años 60, estrictamente definida por la propiedad y no por la misión.

Es altamente curioso, por no decir sospechoso, que los mismos que han levantado el discurso de la ciudadanía releguen de esa forma a la sociedad civil, y los mismos que han defendido los derechos a la autodeterminación y la libertad personal pulvericen esa libertad cuando se trata de las escuelas. Algo ahí no calza.

El acuerdo que no está en discusión en la sociedad chilena es el deber público de otorgar una educación de calidad para los más pobres. Lo público no está definido por la propiedad de la escuela, sino por el origen de los recursos que entregamos todos los chilenos para un objetivo que está en beneficio de toda la sociedad. Y se vela por la fe pública a través de una regulación cuya legitimidad deriva de la representación de la soberanía popular. ¿Por qué la propiedad es garantía de equidad? La educación municipal hoy tiene resultados más bajos que la subvencionada, porque educa a los más pobres y vulnerables, y si la mayor parte de los nuevos recursos deben estar ahí es porque allí están los más pobres, no porque sea municipal.

La experiencia muestra a gritos que el antiguo Estado Docente, con todas sus virtudes, fue un sistema altamente inequitativo, que educó muy bien a las elites urbanas, las mismas que no sólo no pagaron el privilegio que recibían, sino que se lo pagaron los más pobres con sus impuestos. Es tan fácil levantar consignas polares allí donde el debate razonado requiere distinciones y razones. Volver a la definición de lo público sólo por la propiedad y no por la misión, quitarles a la sociedad civil y a los individuos su vocación pública, es volver a una sociedad jerárquica y a una democracia débil. En Chile estamos discutiendo la calidad de un sistema educacional que recién se ha hecho masivo. Si aquello fuera sólo un problema de propiedad, sería fácil. Simplificar el debate en torno a la propiedad, también es fácil. Ese es el peligro de la bandera levantada.

La política requerirá una gran habilidad negociadora en las próximas semanas, y requiere, también, de todos los lados, definir su relato para saber qué defiende cada uno cuando se defiende la educación pública