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Informe UDD-La Segunda: Jóvenes, del «pateando piedras» a la era de las consolas

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Estudio revela las características de los jóvenes que hoy protagonizan las protestas. 39% ha participado en marchas, sólo el 11% está inscrito. Y 67% dice que a veces debe desobedecer a sus padres.
Mientras el 88% de los padres se siente representado con la frase «formar una familia es lo más importante», sólo el 64% de los jóvenes la suscribe.
Empoderados, optimistas y con alta conciencia de sus derechos. Así son los jóvenes de la generación Y -la que vino después de la X-, aquellos entre 15 y 25 años que se han tomado las calles para protestar por la educación y que reclaman contra el lucro. Que no se inscriben en los registros electorales, pero participan en porcentaje importante en las movilizaciones. Que confían mayoritariamente en sus padres, pero desafían su autoridad. Que valoran más la realización profesional que la familia.

Se trata de jóvenes que, aunque reclaman contra las injusticias, bien pueden considerarse privilegiados: han tenido más acceso al consumo y a la educación que cualquier generación previa, y se han criado durante los años en que Chile ha tenido mejor desempeño económico.

Un estudio realizado para La Segunda por la Universidad del Desarrollo indaga por primera vez en profundidad respecto de las características de la también llamada «generación de las consolas», cuyas protestas han sido el gran hecho político-social de 2011. La investigación incluyó una encuesta que no sólo indagó en la realidad de estos jóvenes, sino que además en la de sus «padres», aquellos ochenteros que, al igual que sus hijos hoy, también de jóvenes salieron a enfrentarse en las calles durante la última década del régimen militar, pero además experimentaron los rigores de la recesión y el desempleo: la generación del «pateando piedras», el gran clásico de Los Prisioneros que retrató el espíritu de esa época.

¿Qué tienen en común -y de distinto- ambos grupos? ¿Cuánto de la experiencia de los progenitores se refleja en lo que hoy viven sus hijos?

Algunos números resultan paradójicos. Así, si se trata de participación en marchas o protestas, aunque las cifras tienen cierta similitud, los «y» aventajan a sus padres, pese a que buena parte de éstos vivieron su juventud durante una época especialmente combativa: mientras que un 39% de los actuales jóvenes ha participado en manifestaciones, un 32% de los «padres» señala haberlo hecho en sus años mozos. En contraste con ello, el interés de los «chicos de la consola» por participar más institucionalmente de la vida pública es reducidísimo: del total de encuestados entre 15 y 25 años, apenas el 11% señala estar inscrito en los registros electorales; en el grupo entre los 26 y los 45 años (los padres), la cifra de inscritos alcanza el 89%.

La familia importa, pero...

Las diferencias entre una y otra generación también son claras en una serie de valores y en la forma de proyectar sus vidas. Por ejemplo, aunque ambos grupos otorgan alta relevancia a la familia, igual hay diferencias significativas respecto de esta materia: mientras que el 88% de los padres se siente representado con la frase «formar una familia es lo más importante», sólo el 64% de los jóvenes la suscribe.

En cambio, si se trata de la afirmación «realizarme profesionalmente es lo más importante» el apoyo entre los menores de 25 llega al 73%, en tanto entre los mayores baja al 67%.

Prioridades laborales

Las variaciones en la valoración de la familia también parecen incidir en las actitudes frente al mundo laboral.

Entre los padres, un 50% se identifica con la frase «la prioridad al elegir un trabajo es si me alcanza para mantener a mi familia»; en los «hijos», el porcentaje de identificación con esa idea cae al 33%. De hecho, el concepto que alcanza mayor adhesión entre los jóvenes, con un 35%, es el de «voy a estudiar/trabajar en algo que me realice, aunque no gane mucho»: una afirmación que sólo suscribe el 27% de los mayores.

Entre estos últimos, otro 20% señala que «me cambiaría de trabajo si me ofrecen más dinero, aunque no me guste tanto lo que haga», en tanto que sólo un 9% de los jóvenes suscribe la afirmación equivalente de que «mi prioridad al buscar trabajo será que me paguen bien, aunque no me guste tanto lo que hago».

Y si se trata de expectativas laborales, el optimismo cunde, aunque es mayor en los jóvenes: un 89% cree que en su vida laboral le va a ir mejor que a sus padres, lo que baja a un 78% entre los mayores de 26 años.

¿Jóvenes con mayor sesgo estatista?

En cuanto a la forma de proyectar su vida futura, también hay apreciaciones distintas en los dos grupos. De hecho, aunque en ambos una abrumadora mayoría cree que el desarrollo propio depende del esfuerzo personal que se haga, son los padres (98%) quienes con mayor intensidad suscriben esa convicción (en los menores de 25 la cifra es de 91%).

Tal resultado podría estar vinculado a las diferencias en el modo de valorar la incidencia del Estado en las posibilidades de desarrollo personal. Porque aunque en los dos segmentos hay un amplio rechazo a la frase «El Estado asegura mejor el desarrollo de las personas», tal rechazo es mucho más alto entre los mayores (75%) que entre los menores de 25 (58%). De hecho, un significativo 36% de estos últimos se siente representado por la referida afirmación, versus un 22% de los padres.

También, un 97% de los mayores se identifica con la frase «soy responsable de mi vida y mis actos», cifra que baja a 89% en el caso de los jóvenes.

Tal vez en coherencia con lo anterior, los menores de 25 suscriben con mayor intensidad que sus mayores (79% versus 71%) la idea de que «estoy dispuesto a contribuir más para que otros reciban ayuda del Estado».

Pero si los jóvenes aparecen algo más proclives a reconocer y aportar al aparato público, también son más demandantes: un 95% se siente representado con la frase «exijo que se respeten mis derechos», contra un 83% de los padres. Ello, al tiempo que los menores de 25 también señalan más decididamente (80 contra 71%) estar dispuestos «asumir obligaciones para con los demás».

A la hora de divertirse...

Escucha música o ver películas es la actividad favorita de los jóvenes cuando se trata de buscar entretención: la menciona un 96% de ellos, contra un 77% de los padres. Entre estos últimos, lejos, la forma predominante de entretenerse es «pasar tiempo con mi familia», señalada por el 95%: veintiún puntos más que el porcentaje que esta actividad registra como forma de diversión juvenil.

Más importante cuando se trata de entretenerse es para los menores de 25 el salir con amigos: 92% de ellos menciona esta alternativa, en contraste con sólo un 45% de los mayores. También los jóvenes señalan con mayor intensidad que sus mayores la práctica de un deporte (65% contra 39%), pero las cosas se dan vuelta a la hora de leer un libro: mientras el 60% de los «padres» indica ésta como una forma de entretenerse, sólo el 31% de los menores de 25 opta por ello.

67% dice que a veces debe desobedecer a sus padres
Que la autoridad paterna es un tema complicado para los «y» y sus progenitores, resulta claro en la encuesta.

Cuatro preguntas, dos dirigidas a los jóvenes y dos a los padres, indagan en el asunto. Así, el 50% de los menores de 25 años señalan no sentirse representados por la frase «si mis padres me dan una orden, por lo general la tengo que cumplir, sin importar mi opinión», mientras que un 46% señala estar de acuerdo. En contraste con tal división casi en mitades entre los hijos, un abrumador 83% de los padres se identifica con la afirmación «si doy una orden a mis hijos, deben cumplirla aunque no la compartan», mientras apenas un 15% indica no sentirse representado por ella.

Pese a lo anterior, también el 46% de los padres reconoce que finalmente «mis hijos desobedecen cuando creen que tienen la razón», versus un 41% que no se siente representado por tal aserto. Ello, al tiempo que el 67% de los jóvenes dice que «a veces debo imponer mi propia opinión, aunque implique desobedecer a mis padres».

Pero si las diferentes percepciones sobre la autoridad y la obediencia hablan de conflicto entre generaciones, la relación padre-hijo también revela en la encuesta otros aspectos más gratificantes. Desde luego, el 100% de los padres señala que "si mis hijos enfrentan un problema, saben que cuentan conmigo». Y aunque algo menor (92%), también es altísimo el porcentaje de jóvenes que dicen que «si enfrento un problema, confío en que mis padres estarán ahí para ayudarme».

También hay horizontalidad para valorar los aportes de unos y otros: no sólo el 91% de los jóvenes dice que la experiencia de sus padres les ha ayudado en sus propios temas, sino que el 81% de los progenitores reconocen que «hay materias en que me ha tocado aprender de mis hijos».

Otro dato: un amplio 71% de los jóvenes no se identifica con la afirmación «confío más en la opinión de mis amigos que en la de mis padres». Ello, aunque la frase sí es suscrita por el 27% de los menores encuestados.

Los «privilegiados»: Mayor acceso a la educación y menos niveles de pobreza
En comparación con los «ochenteros» los jóvenes actuales han gozado de muchas más oportunidades y opciones: si en 1990 -de acuerdo a la encuesta CASEN- la escolaridad promedio era de 10,2 años, hoy alcanza a 11,6, pero además, mientras que hace 20 años sólo el 21,1% de los menores de 25 asistía a la educación superior, hoy lo hace el 41,9%.

Otro dato, en 1990 las cifras de pobreza e indigencia en el segmento 15-25 años eran de 26,4% y 11,7% respectivamente; hoy son de 12,6% y 4%.

Democracia digital: 99% de los jóvenes usa la web para votar  y el 86% para entregar opiniones

Ficha de la encuesta

Cabe señalar que la encuesta incluida en el estudio se realizó los días 13 y 14 de septiembre pasados de modo telefónico, con encuestadoras en vivo. Esto, en un total de 66 comunas, correspondientes al 68% de la población del país.

Con el objetivo de caracterizar las diferencias generacionales se realizaron dos muestras: 503 casos para el ítem «Jóvenes» de entre 15 y 25 años, y 509 casos para «Padres», de entre 26 y 45 años.

La muestra es probabilística, con selección aleatoria de hogares y de entrevistados, y el margen de error asociado alcanza a +/- 4%, para un nivel de confianza del 95%.