Verde esperanza

El verde, a pesar de ser un secundario, ha luchado toda su vida por llegar a ser un primario. Lo ha intentado a tal punto que para nadie ha pasado desapercibido su esfuerzo.

Los poetas recitan “verde que te quiero verde...”, los místicos aseguran que el verde es el color que afecta fuertemente al chakra del corazón y equilibra el sistema nervioso autónomo, produciendo estados internos de felicidad.

Verde es la esperanza, verde el equilibrio, verde es el último rayo de sol de un atardecer, verde las hojas de los árboles.

La naturaleza toda es verde, en ella conviven el amarillo del sol y el azul de los mares en una mágica mixtura de tonalidades.
Curiosa y lamentablemente a muchas de las ciudades de nuestro largo y estrecho territorio se les ha perdido el verde. Las calles se han tornado de color cemento dormido y da la sensación de que la acuarela de la vida se ha disuelto en largas avenidas de grises desganados, cansados y descoloridos.

Es momento de preocuparnos por esta perdida, algo está sucediendo que el verde no entiende ni nosotros tampoco. Cuando los árboles comienzan a crecer y se llenan de hojas frondosas que dan sombra en las aceras e invitan a la gente a salir de sus casas a darle vida a los paseitos de su población, aparecen grandes camiones que transportan cuadrillas de hombres vestidos como para una cacería. Descienden con enormes cierras mecánicas que cortan y mutilan sin vergüenza ni sentido, todo asomo de verde de los tristes troncos añosos que parecen no comprender lo que sucede. Son las podas municipales, lo hacen todos los años, calle tras calle, población tras población, ciudad tras ciudad. Dicen que es por los cables eléctricos que cuelgan e invaden el cielo más próximo de nuestros techos, que las ramas los dañan, que “no es bueno”.

Me inclino a pensar que es una rutina que se repite año tras año, simplemente porque “siempre se ha hecho”. Curiosamente esto no sucede en las localidades donde viven los mas aventajados económicamente de nuestro país, allí no se les ocurre hacer el trágico ritual de las podas. Las personas tienen sus plazitas, espacios verdes en todo el entorno, pasto en todas las casas, árboles creciendo en libertad y en convivencia respetuosa con los cableados eléctricos y telefónicos.

El verde es democrático, se niega a ser la exclusividad de una clase social siempre con ventajas. También quiere ser parte de las poblaciones de emergencia, de los edificios multifamiliares, de las calles de población, quiere crecer en las veredas a través de árboles y arbustos, quiere estar en plazas llenas de pasto y parques que sean invadidos por niños, jóvenes y familias.

Sin embargo, se ha perdido el verde y pareciera que con ello el último rayo de esperanza. Aun es tiempo, hagamos fuerza para que las autoridades de nuestras ciudades cambien el ritual de la poda por carnavales que den la bienvenida al gigante secundario que sueña en cada pueblo con ser primario en la calidad de vida de las personas.

Mª Verónica Rodríguez G.

Portal Educativo

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