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La educación artificial, la educación real...

 
Por: Óscar Picardo Joao 
 
En la teoría constructivista sociocultural de Vygotsky –a diferencia del constructivismo cognitivo de Piaget– la educación no se reduce a la adquisición de un conjunto de informaciones curriculares aportadas en la escuela de manera artificial; en efecto, el proceso educativo es mucho más que organizar, adaptar, asimilar y acomodar información; hay un contexto, un entorno, una cultura.
           
En la mayoría de experiencias escolares los alumnos se abruman y/o se aburren con el aprendizaje de hechos o fenómenos aislados, carentes de sentido o con poco significado para su vida; hay contenidos, objetivos, habilidades o competencias que se deben aprender porque así lo dicta el planteamiento curricular, y el currículum debe ser un consejero no un dictador; y esto, en el mejor de los casos, ya que en muchos centros educativos no conocen el currículum, sino que se enseña con el libro de texto.

Los contenidos curriculares propuestos, generalmente se presentan como una secuencia lógica en base a la experiencia histórica y a un modo antropológico de ciudadano que se pretende formar. El rol pedagógico del docente supone ensamblar estos contenidos curriculares con otras variables importantes: a) el contexto o entorno; b) los conocimientos previos de los estudiantes –teoría de la asimilación–; c) las necesidades de los estudiantes y de la comunidad o sociedad; d) un material didáctico relevante y apropiado; y e) la disposición del grupo hacia el aprendizaje. Esto es adecuación curricular.

La brecha existente entre las aulas –de las escuelas y universidades– y la realidad –incluyendo el mundo laboral– es muy amplia; es más, la brecha entre la pizarra y el internet es más dramática. No debemos olvidar que educamos para la vida, e intentamos educar para que los niños y jóvenes sean felices y puedan desarrollar un proyecto de vida digno; sin embargo, –por citar un ejemplo– las formas de evaluación tradicional se distancian abismalmente de lo que sucede en el mundo real de la información y el conocimiento.

Tal como lo anota el académico mexicano Isidro Guillermo García Calixto en su artículo: “Constructivismo y desarrollo de competencias”, el perfil de egreso del siglo XXI demanda nuevas oportunidades y experiencias de aprendizaje a través de las siguientes competencias: para el aprendizaje permanente, para el manejo de la información, para el manejo de situaciones, para la convivencia y para la vida en sociedad; lo demás, –agregamos–, matemáticas, estudios sociales, lenguaje y literatura y ciencias naturales podrá ser un importante complemento... y creo que nosotros seguimos educando medianamente para la PAES.

En este análisis no debemos descuidar la complejidad de los pseudoparadigmas actuales que configuran nuestra sociedad: violencia, narcotráfico, hedonismo, consumismo, economicismo, relativismo ético, individualismo, autismo tecnológico, entre otros problemas. Menuda tarea la que tienen los padres y madres de familia y los docentes: intentar revertir, contrarrestar o integrar esta problemática en los proyectos educativos de los niños y jóvenes; y esto –sobre todo para los docentes–, con bajos salarios, alto costo de la vida, poco tiempo y escasa dignificación profesional.

Necesitamos una escuela menos artificial (también: docentes con más creatividad didáctica y dignificados, directores con liderazgo pedagógico, padres y madres que escuchen y dialoguen más con sus hijos... mucho pedir); y menos artificialidad supone mayor realismo, y esta es la tarea de la próxima generación de reformas educativas; en la primera generación nos preocupamos por cobertura, en la segunda generación un poco por la calidad; hoy, al inicio de la tercera generación de reformas, el reto será transformar las escuelas en espacios pertinentes, y en ellas necesitaremos docentes con mística y conscientes de la delicada tarea de formar a los nuevos ciudadanos.