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Simce: ¿Qué hay de nuevo, viejo?

Por: Andrea Precht Gandarillas


fuente: www.latercera.cl


En Chile tenemos un sistema de evaluación de la calidad de la educación (SIMCE). Incluye la prueba que se aplica a los niños y niñas de cuarto y octavo de todo el país. Mide conocimientos mínimos de lenguaje, matemáticas y comprensión del medio social y natural. Año a año, de un modo endémico, los resultados son desastrosos.

Esta vez, los resultados serán entregados a los padres de cada establecimiento. Me parece bien. Sin embargo, preocupa que "los datos", así  en seco, no dicen nada. Los datos se hacen hablar, se interpretan pero ojo, que los números dan para todo.

Como todos los años, estos datos evidencian la tremenda brecha entre ricos y pobres que hay en nuestro país. Una especie de appartheid educativo, que separa a las personas de acuerdo a su capital cultural, social y financiero.

Es interesante como en el proceso, estos resultados se vuelven naturales, parte de esta "normalidad" sirve para que algunos justifiquen el fin de la educación pública. Es común escuchar entonces que los colegios particulares son mejores que los municipales, pues puntúan mejor. Pocos celebran que son los más pobres los que - en sus lamentables resultados - han avanzado más...aunque siguen estando a una distancia sideral de los más ricos. ¿Cuáles aportan más valor agregado?

Si se observan -por ejemplo- los resultados del SIMCE de 4° Básico, no hay demasiada novedad con respecto a los últimos 10 años: se mantiene la brecha entre la dependencia de los establecimientos. Es interesante ver que tan sólo el 5% de los colegios son particular pagados. Sus resultados los obtienen con estudiantes con mayor ingreso familiar ($1.100.000), mayor escolaridad de los padres (Al menos 15 años) y con indices de vulnerabilidad que oscilan entre el 0% y el 5%. Aún así, donde los avances se ven más significativos es en el sector municipalizado, a pesar de que sus desempeños son bajos en relación con los particulares. En algunos aspectos los particulares obtuvieron diferencias negativas, cómo es el caso de comprensión lectora.

Ahora bien, no hay que celebrar tanto. Los avances son bajos y en el marco de una mediocridad general del sistema. Los datos están organizados en diferentes niveles: inicial, intermedio y avanzado. Esas categorías llaman a error, pues avanzado es una suerte de "con su deber no más cumple", pues refiere a los contenidos mínimos para ese nivel.

La solución del gobierno es más de lo mismo, pues pretende generar 50 liceos de excelencia en la educación pública, los que atenderían al 2% de la población que asiste a la educación pública. Nuevamente un sistema de discriminación.

Es una medida cosmética, que no apunta al fondo de las cosas: el sistema escolar chileno debe repensarse, en profundidad, preguntarse el "para qué" de la escuela y desde allí ver si se justifica o no este horrible appartheid que excluye a todo el mundo. En este sistema, lo único que un padre o madre puede escoger, es a que colegio no quiere que asista a su hijo.

Aquí hay que intervenir en tres niveles:

En la relación docente - alumno; pues efectivamente un buen profesor o profesora es capaz de establecer un cambio. Pero le es muy dificil si se esta sólo.

El otro nivel apunta a la necesidad de formar equipos docentes estables y maduros, con una reflexión seria y profesional sobre sus prácticas educativas como establecimiento. Ello requiere inversión de tiempo y acompañamiento experto. Dar, institucionalmente, espacios para la reflexión y aprendizaje del equipo.  Eso es plata. No puede ser que en la mayoría de los colegios, los alumnos estén a la suerte de la olla. Si les tocó un buen profe, el año es un éxito, si les tocó uno malito, la cosa está perdida. Deben haber equipos de trabajo serios, sistemáticos y con productos claros que mostrar a fin de año.

Finalmente, hay un tema de país. Una discusión profunda. Dejemosnos de cosas. La educación debe ser política de Estado. No tiene presentación que la política económica tenga ese estatus y no así la educativa. Mientras ello no cambie el sistema estará siempre supreditando a la lógica del mercado ¿Es lo que queremos?

Como todos los años, estos datos evidencian la tremenda brecha entre ricos y pobres que hay en nuestro país. Una especie de appartheid educativo, que separa a las personas de acuerdo a su capital cultural, social y financiero.