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¿Necesitamos una educación pública?

fuente: laterecera.com

por: Mario Waissbluth

Con tanto conflicto, ¿por qué no dejar que la matrícula municipalizada siga cayendo, que los profesores vayan jubilando, y que esta modalidad se extinga lentamente?

En 1981, el 78% de la matrícula era pública; en el 2009, descendió a menos del 50%. Como resultado de los recientes paros, llegará a alrededor del 45% el 2010, agravándose así el desfinanciamiento de las escuelas. La espiral de deterioro -y el potencial para más conflictos- se agudizará.

En general, los padres no sacan a sus hijos de la educación municipalizada por razones de Simce o de rendimiento escolar, sino por paros, sensación de desorden y desmotivación, distancia geográfica, y cuestiones aspiracionales.
Se ha instalado la falsa premisa de que la educación particular subvencionada es "mejor", aun cuando los datos muestran que, en los estratos más vulnerables, los promedios de resultados Simce, a igual índice de vulnerabilidad, son virtualmente idénticos en ambos sistemas.

Chile tiene uno de los sistemas educativos socialmente más segregados del mundo, y con una grave dispersión de calidad. En el test internacional de Pisa, la variabilidad de resultados interescuela es de 50 puntos, peor que todos los países de América Latina. En el extremo opuesto, la variabilidad de Finlandia es de 5 puntos.

Educación 2020 está en rotundo desacuerdo con la tesis de la "extinción del dinosaurio". Es imperativo devolver la educación pública al sitial de excelencia que antes tuvo, en una escala de cobertura mucho menor. Esto no significa atacar la educación particular subvencionada. Por lo demás, con la actual estructura constitucional del país, establecer ese tipo de disyuntivas (post LGE) es como discutir sobre cuántos ángeles caben en la cabeza de un alfiler.

Para ilustrar la tesis del rescate, recurro a mi experiencia como alumno del excelente Liceo José Victorino Lastarria en los años 50 y 60. Ahí convivíamos hijos de la clase muy baja, media y alta. Era el único lugar en que las clases sociales siquiera se conocían las caras y, además, en igualdad de oportunidades. En un Chile cada vez más segregado y estratificado, una buena educación pública no es sólo un asunto de igualdad de oportunidades, sino de rescate del diálogo social.

 Una buena educación pública es también necesaria para resguardar la calidad de toda la educación. El cuasi mercado educativo es intrínsecamente imperfecto. Una Superintendencia de Educación y una Agencia de Calidad no van a poder por sí solas vigilar la heterogénea calidad de la oferta de miles de escuelas privadas.

No basta con una Superintendencia de Bancos, también hay regulación cuando hay clientes que migran desde la banca privada al BancoEstado, hoy eficiente, antes no. Regulación pública por la vía del mercado. En este pareado e ideologizado país, es la única salida políticamente viable.

Si el Presidente electo escogiera rescatar decididamente la educación pública, su desafío no será técnico ni financiero. Todos saben qué hay que hacer y cuánto cuesta.

El desafío es político, con dos aristas clave: la negociación razonada de una Carrera Docente mejor remunerada pero rigurosa, y una redefinición - flexible y sin reduccionismos legislativos- de la institucionalidad de la educación municipal, que en muchas comunas ya no da para más.

Ambos temas se entrecruzan, además, en un pivote esencial: la formación, calidad, remuneraciones y atribuciones de los directivos de escuelas públicas.

Sobre estos temas entregaremos nuestras propuestas al próximo Presidente. Hay Educación 2020 hasta el 2020.