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La PSU y los desafíos del rendimiento

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Por María Loreto Egaña*


Ya se acerca final de año y los alumnos y alumnas de cuarto medio repasan con urgencia los contenidos prioritarios que serán evaluados. La presión no es menor pues se trata, ni más ni menos, de la posibilidad de acceder a la carrera y universidad elegida o deseada, al menos para un grupo considerable de los egresados.

Algunos establecimientos han finalizado ya sus clases para facilitar una preparación más intensa y focalizada en la prueba que se avecina. Una nueva práctica se suma a lo anterior, algunos establecimientos han anunciado que se inicia la preparación de la PSU en 1º medio, lo que provocará alivio y aprobación, sin duda, en muchas familias. Un ingreso exitoso a la universidad puede ser la llave que abrirá un futuro laboral exitoso.

Pero, ¿qué es esta PSU que tanto tensiona? Es una prueba referida y basada en los programas curriculares de la enseñanza media, que busca medir conocimientos y habilidades que debieran haber sido desarrolladas por los docentes y apropiadas por los estudiantes durante el período escolar. La primera exigencia que esta prueba demanda es el currículum escolar prescrito por el Ministerio de Educación. Es eso lo que se va a medir.

Para los que conocemos este currículum, sabemos que es muy extenso, y que en la práctica el tiempo escolar no alcanza, por lo que es necesario seleccionar y establecer prioridades. Esta adecuación se hace en algunos casos a nivel de establecimiento, siendo en su mayoría los docentes quienes van adecuando los contenidos y tiempos.

Es evidente además, que en una prueba no se puede medir todo, por lo que la PSU, a su vez, también selecciona y prioriza  desde este frondoso marco curricular. El desafío para colegios y liceos entonces es, alinear su propia selección curricular con la que presenta la PSU, lo que garantiza en gran medida el éxito posterior.

Se suma a este acomodo curricular, la oferta de preuniversitarios, todos pagados, que afinan considerablemente esta adaptación, ensayando y calculando la multitud de temas y preguntas posibles, lo que finalmente logran en forma bastante exitosa. Una desventaja evidente para la población escolar que no puede acceder a estos cursos.    

Dada esta realidad el currículum oficial se está progresivamente restringiendo a lo que mide la PSU. Si además, esta prueba es decisoria para el ingreso a la universidad, también lo son las variaciones al ciclo escolar: desde 1º medio los alumnos comienzan a practicar y ya en 4º medio estos egresan antes. De esta forma, se avanza peligrosamente a la pérdida de relevancia, lo que significa menor atención y tiempo, en asignaturas que no serán evaluadas, pero que constituyen un componente central en la formación más integral de los jóvenes. Las áreas más afectadas tienen relación con las artes, el desarrollo físico y la formación ético-convivencial.

La situación en liceos y colegios que atienden a la población escolar de menores recursos es bastante preocupante en este contexto. Existe un conjunto apreciable de estos estudiantes, y en parte, de sus docentes, cuyo horizonte no es la universidad, principalmente por razones socio-económicas y por lo tanto, no todos estos estudiantes rinden la PSU.

Si anteriormente veíamos el peligro de un currículum focalizado y restringido, lo que ocurre en esta población escolar es un currículum no evaluado.  Tenemos por lo tanto, a la población escolar más precaria en términos de calidad de la educación, sin evaluaciones que permitan reorientar políticas y recursos y, a la vez, también modificar procesos.

Es así como, por una parte, contamos con un instrumento de medición que pautea cada vez más el currículum escolar, con las limitaciones anteriormente aludidas. Por otra parte, tenemos también, ausencia de información confiable, sobre los logros de aprendizaje de un sector de la población escolar especialmente complejo, dadas sus condiciones socio-económicas y culturales.

Quizás lo adecuado sería avanzar, hacia un sistema de evaluación de aprendizajes más complejo, que de cuenta realmente de los objetivos obligatorios, tomando en cuenta el conjunto del sistema escolar. Esta información podría ser un antecedente importante para los estudios superiores, pero no sería el único ni el principal propósito de esta evaluación, como en el caso de otros países, donde la mirada está puesta en los logros de la fase más significativa de la escolarización, a la que asiste el conjunto de la población infantil y juvenil.

Confundir los logros de aprendizaje en la enseñanza media con la entrada a la universidad, es una mirada sesgada socialmente, invisibiliza a un conjunto de jóvenes que no accederá necesariamente a estudios superiores, pero que tiene todo el derecho de recibir una educación de calidad adecuadamente evaluada. Indudablemente la perspectiva de desarrollo de nuestra sociedad debería permitir, que todos los jóvenes que lo deseen accedan a estudios superiores, pero, una condición para eso es contar con una base educativa previa, suficientemente sólida que lo facilite.  

 

*María Loreto Egaña es directora del Prog