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Una chispa necesaria

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Por: José Zalaquett
Domingo 14 de Septiembre de 2008


Se cuenta que un presidente de Chile afirmaba que hay dos clases de problemas: los que se solucionan solos y los que no tienen solución. El mismo dicho es atribuido a otras fuentes. Evidentemente es un refrán ingenioso, pero profundamente equivocado. Hay otros tipos de problemas; entre ellos, los que implican soluciones muy radicales y onerosas y, por tanto, requieren de una gran voluntad política y social. Tal disposición no se consigue en democracia sino cuando hay una conciencia generalizada de la enormidad del asunto y una exasperación compartida ante el reiterado fracaso de las soluciones de parche. Además, hace falta que alguien con credibilidad cívica llame las cosas por su nombre y convoque a la acción.

En estos días tenemos un ejemplo instructivo de lo anterior: La educación pública chilena no funciona ni funcionará si no se hacen cambios que parecen impensables. ¿Cuán impensables? Bueno, para comenzar, prescindir de la gran mayoría de los docentes que no alcanzan la calidad mínima para enseñar bien y siempre defenderán el status quo. Como ellos no crearon el sistema sino que han quedado atrapados en él, se debería efectuar su retiro con indemnizaciones justas y medidas que les faciliten una reinserción laboral. Paralelamente, habrá que adoptar iniciativas de fondo, incluyendo atraer a maestros extranjeros para establecer buenos institutos pedagógicos y formar profesores capaces de impartir una educación de calidad y mejor remunerados.

Estas no son mis conclusiones ni propuestas. Son las de Mario Waissbluth, doctor en ingeniería civil y agudo columnista. Sin embargo, al leer sus opiniones me sorprendí no sólo asintiendo sino advirtiendo que yo venía elucubrando algo parecido, pero nunca lo había articulado. Esas son las ideas que calan a fondo: aquéllas que nos parecen convincentes tan pronto han sido enunciadas, como si hubiéramos podido formularlas nosotros mismos (sólo que no lo hicimos).

Waissbluth pinta abundantes canas, ostenta una calva tan espléndida como la de quien escribe estas líneas y, al igual que él, ya "no se cuece de un hervor". Sin embargo, despliega una energía juvenil envidiable. Luego de publicar sus provocativas ideas, lanzó el movimiento EDUCACION 2020, junto con un grupo de universitarios. Proponen una meta: para el año 2020, el 20% más pobre de nuestros estudiantes debe tener una educación de calidad igual a la del 20% más rico.

¿Utópico? ¿Factible? No tengo los conocimientos para concluir firmemente si lo que plantea Waissbluth es o no conducente a los nobles objetivos que se traza. Pero sí creo que éste es el tipo de remezones que necesitamos para enfrentar una fracasada política educacional de "más de lo mismo". También recuerdo que hubo un tiempo en que la historia se enseñaba como una larga épica impulsada por personajes clave; luego vino una etapa en que a fuerza de señalar los factores que enmarcan el devenir político, económico y social, se tendió a olvidar el rol que pueden jugar las personas en promover grandes cambios. Ahora se va alcanzando un equilibrio en apreciar tanto la fuerza de las condicionantes como el hecho de que individuos concretos pueden gestar tales cambios.

A este individuo concreto, Mario Waissbluth, y a su naciente movimiento, les deseo todo éxito. Por ahí les ofreceré mi modesta colaboración. Quizás no sea él ni EDUCACION 2020 quienes logren mover la mole inerte de nuestra educación pública, pero ya han prendido una chispa que ojalá consiga (para usar una frase empleada en su momento con una fuerte connotacón ideológica) "encender la pradera".