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“NEURONAS DE CLASE ALTA”

Por: Paloma Acevedo Rodríguez

Terapeuta Ocupacional

Basta una pequeña mirada al salón de cuarto básico de la escuela E106 de Viña del Mar -o de cualquier escuela municipal de la ciudad que sea- para notar que las diferencias entre los seres humanos no sólo se enmarcan en sus vestimentas, cortes de pelos y colonias. Un acercamiento microscópico al interior de nuestros cerebros delata una brutal verdad: “No todas las Neuronas son de Clase Alta”.

Era el mes de junio del año 2008 cuando asistí a las clases del módulo Neurociencias correspondientes al Magister que estoy cursando. Fue entonces cuando corroboré que nuestra forma de ver, sentir y experimentar el mundo, es producto de un sin fin de factores a los que no siempre todos y todas tenemos la oportunidad de acceder.

Aunque nuestros orígenes en el vientre materno nos aseguren una especie de rito de iniciación idéntico entre un humano y otro; los ritmos de crecimiento, su calidad y el producto de estos no son iguales entre unos y otros. Veremos con impotencia como afectan diversos factores, entre ellos –por ejemplo- la comida que ingiera la madre, su estado emocional, su cultura, la calidad de vida. Los hábitos también influyen, como el consumo de drogas, cuidado en la higiene, calidad del sueño, actividad física y otros.

La pobreza -fenómeno no natural, sino producto de políticas económicas de los países- no es el mejor contexto para criar hijos. Las familias sabemos de esto y del malabarismo financiero que debemos librar cada día, semana y mes, sin saber en muchos casos como será el escenario para los días que se avecinan.

Con $159.000 (Actual sueldo mínimo en Chile), no alcanza para construir una buena casa a nuestras neuronas, ni siquiera asegurarles un buen desayuno para iniciar el día… el calcio, glucosa, vitaminas y minerales, que requiere nuestro cerebro y cuerpo para estar alerto, y poder disponerse para el aprendizaje. Si a esta situación sumamos el estrés en el hogar (malos tratos, violencia, escasez de comodidades mínimas como una cama para uno y no para tres o cuatro), veremos las marcas que se van tatuando muy al interior -como en la estructura del caballo de mar denominada hipocampo- y que nos permite esa capacidad tan necesaria como es la memoria, y que al no tenerla, nos sitúa mucho más atrás en la carrera de la vida “exitosa”, esa vida que nos da la llave para el ingreso a la educación y que de una u otra forma nos hace más iguales a otros como en nuestros orígenes; cuando las células gliales emprendían una armónica cruzada para colaborar con la migración neuronal, que iría entramando el complejo tejido cerebral.

En el cuarto básico de la profesora Milagros, las glías se esfuerzan en encontrar otra neurona en la cercanía o lejanía que traiga algún mensaje que nos haga sentir… vivir… que se convierta en la antesala de una transformación, de una señal, de un código que se almacene en nuestro cerebro como un aprendizaje.

La neurona suspira, se mira en el suave destello de una descarga eléctrica y se encuentra enflaquecida y pequeña, se pregunta, ¿qué ocurrió que mis espinas no crecieron más?, ¿por qué estos potenciales de acción no logran enviar la respuesta que la profesora exige?, ¿Por qué todo está tan silencioso?.

La tía Milagros no sabe por donde empezar, llena botellitas de agua y se las entrega a cada alumn@, nos vamos a mover un poquito antes de empezar… el ejercicio hace bien para estar alertas y motivados. Una sirena suena y ella debe repetir la instrucción, sabe que sus niñ@s no consiguen regular el volumen de lo que pasa afuera… una mosca y un ferrocarril retumban en sus cabezas de la misma forma.

“Aprender con todos los sentidos nos hace resistente al envejecimiento”, se repite y yo no quiero que mis niñ@s sean viej@s.

Algo pasa, que el silencio ensordecedor de las neuronas se ve interrumpido... un susurro suave se viene apoderando de todo… se hace canto y se vuelve coro, alzando la voz de todas, llenando los espacios de alegrías y esperanzas… porque cuando alguien quiere oírnos… ya no podemos callar!!!.