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El conflictivo historial de la unidad de currículum del Mineduc

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por: Alejandra Carmona

La repartición liderada por Loreto Fontaine ha estado en el ojo del huracán intermitentemente desde que la ex investigadora del CEP llegó, de la mano de Joaquín Lavín, al edificio de Valentín Letelier. Desde entonces, ha enfrentado la polémica por la reducción en horas de Historia, Educación Tecnológica y Artes. Aquí hablan expertos de nivel internacional que han observado los cambios curriculares. Las críticas apuntan a la ideologización y a los aspectos técnicos. Piden abrir las puertas a la discusión y a la opinión.
 
Loreto Fontaine, coordinadora general de la Unidad de Currículum y Evaluación del Mineduc, carga con estos diplomas en el cuerpo: es profesora básica de la Pontificia Universidad Católica de Chile y máster en Educación de la Universidad de Kansas.

Comenzó su labor en el Mineduc el 11 de marzo de 2010 con un sueldo de $4.409.708 y su nombre suena más que el de sus antecesores, porque desde su llegada, con Joaquín Lavín, esta unidad ha estado en el ojo del huracán en más de una oportunidad.

No importa el color del gobierno de turno. Esta unidad es el corazón del ministerio: aquí se determinan muchas de las herramientas con que los niños pensarán cuando crezcan.

Por eso el enojo cuando la expresión “régimen militar” apareció en la propuesta aprobada por el Consejo Nacional de Educación (CNED).

Y esta molestia, no es la primera.

LA HISTORIA
Después de las movilizaciones del 2006, y la llegada de la Ley General de Educación (LGE), vino el primer cambio curricular fuerte, aún en el gobierno de Michelle Bachelet. Después de ése, debían sucederse transformaciones paulatinas hasta el 2017, cuando se terminen de dibujar 6 años de educación básica y 6 de media. Sin embargo, la primera discusión llegó en abril de 2011. Esta incluía nuevos objetivos transversales, un grupo de metas que se cambiaron en agosto de 2011 y que ahora contienen una propuesta que incluye dimensiones sobre la moral, religiosidad, proactividad y trabajo.

Son numerosas las veces en que el trabajo de esta unidad se ha cuestionado. Uno de los primeros episodios fue la decisión del Mineduc de reducir en un 25% las horas de Historia y Ciencias Sociales; es decir, una hora semanal entre 5° Básico y 2° Medio. El objetivo era aumentar las horas de Lenguaje y Matemáticas en ese tramo.

No es la primera vez que este sector político pone su acento en este tema. El año 2009 y antes que la administración de la época presentara su ajuste curricular, un grupo de Libertad y Desarrollo, de la Universidad Adolfo Ibáñez y de la Universidad Católica, señalaban en un documento, que “parece conveniente y más preciso, según nuestras definiciones constitucionales, utilizar la expresión ‘derechos esenciales que emanan de la naturaleza humana’ en vez de ‘derechos humanos”.
Otras reducciones se dirigieron a Educación Tecnológica y Educación Artística (Música y Artes Visuales), un sector donde se disminuyó una hora.

Uno de los primeros momentos ingratos que enfrentó a esta unidad -y la imagen de Joaquín Lavín- con sus detractores, fue la presentación del “semáforo”: un instrumento para que los padres conocieran, según el color, los resultados de los colegios en el Simce. La medida recibió tal número de críticas que actualmente se encuentra en reestructuración y se establecerá una nueva forma de evaluación para determinar estos mismos estándares.

Más dolores de cabeza vinieron con la existencia de publicidad en los textos escolares, una situación que dio a conocer en abril del año pasado El Mostrador. La guinda de la torta fue el reemplazo de la palabra dictadura, una situación denunciada por El Dínamo, y que incluso causó interés a nivel internacional.

Para cuando estalló la polémica, el Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) ya estaba realizando una evaluación más amplia sobre la incorporación de la educación en derechos humanos y memoria en el Estado chileno. La controversia los hizo poner los ojos sobre los textos y ahora el INDH terminará de evaluar la propuesta curricular que se hizo pública recientemente.

De hecho, Jaime Quintana, presidente de la comisión de Educación del Senado, quien se reunió con la directora del INDH, Lorena Fríes la primera semana de enero, señaló al término de la cita, que “a la aberración de cambiar el nombre de dictadura a régimen militar, ahora nos enteramos que la unidad de currículum del Mineduc ha quitado de los contenidos mínimos la enseñanza de los derechos indígenas”, comentó el legislador.

No es la primera vez que este sector político pone su acento en este tema. El año 2009 y antes que la administración de la época presentara su ajuste curricular, un grupo de Libertad y Desarrollo, Universidad Adolfo Ibáñez y Universidad Católica, señalaban en un documento, que “parece conveniente y más preciso, según nuestras definiciones constitucionales, utilizar la expresión ‘derechos esenciales que emanan de la naturaleza humana’ en vez de ‘derechos humanos”.

LA CRÍTICA DE LOS EXPERTOS
Uno de los campos en que se han hecho transformaciones es en Historia. Sofía Correa, profesora de Historia, doctorada en Oxford, y quien se encuentra en Chicago preparando un libro, es así de tajante con la propuesta inicial de abril: “Lo que entonces presentaron en el sector de Historia, Geografía y Ciencias Sociales fue literalmente un mamarracho”, se queja. Y cuenta: “He tenido noticias de que entre los académicos consultados generó una crítica durísima.  Supongo que cambiaron al menos lo impresentable, y luego lo sometieron al Consejo Nacional de Educación, pero éste lo rechazó.  Una segunda presentación al Consejo fue aprobada y eso es lo que está como decreto en trámite.  Lo hemos visto y analizado, encontrando allí un sesgo ideológico muy fuerte, un empobrecimiento de las habilidades y aprendizajes esperados, y en tercer lugar, errores graves en la progresión de habilidades”.

Para Correa, en este ámbito los cambios “son para peor en todo sentido”. No sólo en términos ideológicos –un tema que se vio claramente con la sustitución de la palabra régimen militar por dictadura–, sino también pedagógicos. El problema se vuelve evidente con el salto temático y cronológico que introducen en historia, haciendo que los niños aprendan sobre los pueblos indígenas chilenos en 2° básico, pasen a estudiar griegos y romanos en 3° básico –sin ninguna vinculación con las temáticas que abordan en formación ciudadana— y luego en 4° básico vuelvan a América con las civilizaciones precolombinas. “Tal engendro sólo refleja la importancia que le dan a la acumulación de información en los niños, en vez de la comprensión del mundo en que viven, incluida su profundidad histórica”, dice Correa.

Durante el proceso que involucra Matemáticas, Patricio Felmer, Premio Nacional de Ciencias Exactas 2011, ha estado con los ojos encima. Y no le gusta lo que ve. El académico, doctorado en Matemáticas de la Universidad de Wisconsin, es claro. “Hay retraso en cuanto a contenidos con respecto al ajuste curricular. No se ve coherente con una mirada de mayor rigor y mayor trabajo”, dice Felmer y pone ejemplo: “Se postergan ciertos contenidos como temas de operaciones numéricas –ahí se nota con mayor profundidad–. Tienen confusiones conceptuales el documento que se refiere a Matemáticas, fue aprobado por el consejo en el mes de septiembre y a nosotros –él y otros matemáticos- nos sorprendió que haya sido aprobado. No sé cuáles son los mecanismos, pero el documento que probaron a mi juicio no tenía la calidad técnica que debería tener”.

Para Zulema Serrano, del Departamento de Estudios Pedagógicos de la Universidad de Chile, lo que ha pasado es que ha habido un apuro muy grande por incorporar tanto las bases curriculares como el plan de evaluaciones nacionales e internacionales en relación a la LGE, pero con criterios que no mantienen el espíritu original. “Hay toda una lógica de modificarlo y orientarlo en el ajuste de 2009. El currículum nacional se definía orientado a desarrollo de competencias, desde mi punto de vista,  dicha orientación tiene que estar ligada a desarrollo humano y no en sentido de competitividad ligado a las demandas del mercado, bajo un listado de tareas a cumplir. Lo que está haciendo la unidad de currículum es privilegiar  el cumplimiento de tareas específicas por el exagerado concretismo de la propuesta curricular, lo que se han visto más bien son en que se visualiza  la labor del docente como un mero ejecutor”, dice Serrano, quien también plantea que “se enfatizan posturas ideológicas por sobre criterios académicos y técnicos  con bases conceptuales que se puedan mantener en base a criterios internacionales”.

Serrano indica otro punto que es compartido por varios expertos. El CNED, ha aprobado tanto las Bases Curriculares como el Plan de Evaluaciones nacionales e internacionales con “observaciones que indican falta de rigurosidad en las presentaciones como en la evaluación. Preocupa que las definiciones del nuevo Curriculum Nacional se elaboren y evalúen sin rigurosas consideraciones  técnicas y sin una evaluación que asegure el desarrollo de nuestros estudiantes.  El problema de los criterios pedagógicos van en desmedro de los más pobres, según los expertos, porque rebaja lo considerado como el máximo que hay que lograr”.

Tal como indica Zulema Serrano, las consideraciones ideológicas también han sido blanco de críticas. “Se pierde la orientación del sector hacia la formación ciudadana, o bien se la está entendiendo a ésta sólo como disciplinamiento social.  Al separar el sector de Historia y Ciencias Sociales en tres ejes desvinculados, en los cuales nunca se relacionan los temas tratados en Historia o Geografía con el eje de Formación Ciudadana, es más que evidente que se quiso desposeer a estas disciplinas de su capacidad de formar ciudadanos reflexivos y comprometidos con la sociedad en que viven”, dice Sofía Correa. También, en primero básico hay un énfasis en la identidad nacional, que se concibe como algo inamovible, a pesar que la discusión sobre este tema coincide en que la identidad nacional se construye en el tiempo por una pluralidad de actores sociales.

Una de las defensas en las que ahondó Loreto Fontaine, cuando quedó al descubierto el reemplazo de la palabra dictadura, es que en esa oportunidad se había consultado a expertos y académicos. Casi 11 mil participaron en línea.

Y esa otra de las críticas que vienen desde el mundo académico. ¿Dónde se pueden leer las respuestas a esas consultas? Felipe Salazar, investigador del Centro de Políticas Comparadas de Educación de la Universidad Diego Portales, dice que esta unidad debería estar abierta a la discusión; sin embargo, hasta hora ha funcionado entre cuatro paredes. “Me parece que deberíamos haber tenido un debate que no se dio. Uno se entera después. Hacen discusiones entre ellos mismos y luego deben retractarse. Al final deben trabajar el doble porque no hay un intercambio de ideas que puedan dar frutos y eso empobrece el trabajo que salga de la unidad, que debería recurrir a especialistas con distintas ideologías”, se queja. Y sobre los 11 mil consultados a los que hace referencia Fontaine, refuta: “Sería interesante no hacer una encuesta sino tener expertos en currículum. Y dudo que haya 11 mil expertos”.