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Calidad

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Por: Soledad Concha

Ya. Hablemos de calidad. ¿Qué creo yo (¡y no voy a decir humildemente!) que habría que hacer para mejorar la calidad de la Educación Escolar y Superior? Algunas pocas ideas, por cierto, pero bien concretas, de esas que no se suelen escuchar en estos días. 

 1) Proyecto: El gobierno, en diálogo abierto con la ciudadanía, debe definir con claridad qué tipo de educación queremos para el país. Se trata de una orientación mínima para dar sentido a cualquier propuesta, cualquier gasto. En torno a esa decisión se define qué calidad buscamos. Yo, por ejemplo, sueño con un estado grande y sólido que sea capaz de ofrecer educación gratuita de excelencia a todos los ciudadanos. Esas escuelas públicas con las que sueño son tan buenas, que asisten a ellas todos los ciudadanos y no solo los más pobres.

 2) Formación inicial docente: no hay forma de mejorar la Educación Escolar si no mejoran sus profesores. La plata y todos los esfuerzos deben ponerse en la formación docente. Respecto de la formación inicial, el sistema de acreditación de carreras de pedagogía debería articularse estrechamente con los recientemente publicados Estándares de Formación Inicial Docente. Las carreras deberían demostrar de qué manera sus cursos, sus trayectorias formativas y sus metodologías de enseñanza implementan los estándares. Deberían demostrar también, si sus estudiantes aprenden.

 3) Desarrollo profesional docente: en la actualidad el Mineduc licita grandes cantidades de dinero para que distintas personas e instituciones a lo largo del país realicen cursos de perfeccionamiento a los profesores. Un paso clave es evaluar la calidad y el impacto de los cursos que se están dictando. Después de tantos años y tanta plata gastada es lo mínimo.

 4) Formación docente de post grado: en Chile se sabe muy poco sobre cómo específicamente se enseña y se aprende lenguaje, matemática, ciencias, historia. Los especialistas son contados con los dedos y, como es obvio, es un conocimiento clave para mejorar el aprendizaje de nuestros estudiantes. Por lo mismo, debería abrirse la oferta de post grados en didáctica y promover que los becarios que financia el estado (becas Chile) en el área de educación emprendan primordialmente este tipo de formación en el extranjero. Es un cuerpo de profesionales que escasea en las universidades, en los colegios, en las municipalidades, en las corporaciones, en las agencias acreditadoras y suma y sigue.  

 5) Reforma curricular escolar: El actual gobierno está haciendo una reforma curricular profunda. Es urgente conocer si hay un plan de implementación de estas nuevas bases curriculares, planes y programas de estudio, a riesgo de revivir las dificultades ya experimentadas con la reforma de los ‘90. ¿Quién se encargará de actualizar los conocimientos de los actuales profesores para que puedan implementar esta reforma?, ¿cuánto tiempo se dedicará a esta actualización y cómo se realizará? (No hay que mirar tan a largo plazo para pensar en mejorar la calidad…).

 ) Acceso a la educación superior: supongo que porque es políticamente incorrecto, no escucho a nadie objetando que ampliemos aún más el acceso a la universidad, antes de que estas instituciones demuestren estar preparadas para enseñarle a la diversidad de estudiantes que están ingresando. ¿Saben las universidades cómo ayudar a estos estudiantes a aprender para evitar la deserción o que se “ajusten” los contenidos a sus capacidades? Por ejemplo, es urgente la creación de una política pública que asuma una perspectiva común para abordar los problemas de lectura y escritura que arrastran estos estudiantes y que afectan su capacidad de aprender en la universidad. Esto, mucho antes de seguir dejándolos entrar sin más.

 7) Duración de las carreras: he escuchado muchas veces propuestas de acortar la duración de las carreras universitarias, considerando la tendencia de los países de la OECD. Asumiendo las carencias que arrastran muchos de nuestros nuevos universitarios desde su formación escolar, yo más bien sería partidaria de alargar las carreras que así lo requieran, para otorgar espacios de reforzamiento a sus postulantes. Mientras el mercado obligue a la brevedad en la formación, no será posible atacar este problema de oportunidades de aprendizaje.

 8) Profesores universitarios: las carreras universitarias deberían tener proporciones fijas de profesores con jornada completa, para que sea posible construir proyectos formativos y ejecutarlos con rigurosidad año a año. En la actualidad, la mayor parte de los profesores trabaja por hora, lo que debilita fuertemente las posibilidades de trabajo colegiado y el monitoreo de la enseñanza que se ofrece.

 9) Decisiones curriculares: organismos de profesionales colegiados podrían organizar mesas de trabajo para analizar la oferta curricular actual de las carreras universitarias de su área, y para proponer revisiones que se ajusten a las demandas de sus respectivos mercados. Pueden también consensuar propuestas sobre proporción de trabajo teórico y práctico en cada carrera sobre la base de las competencias que ellos estimen necesarias en su campo laboral, tanto como estimar una cantidad de profesionales necesarios en cada área año a año.

 10) Centros de docencia universitaria: algunas pocas universidades en Chile tienen centros dedicados a analizar cómo se enseña en sus aulas y a ofrecer oportunidades a sus académicos para mejorar la enseñanza que imparten. El que sabe mucho, no necesariamente sabe cómo enseñar. El gobierno podría ofrecer fondos tipo MECESUP a las universidades para que implementen este tipo de centros.

 

Por supuesto que hay mucho más para decir, pero lo que intento es un paso hacia la concreción. Un paso a escala humana y con foco donde más importa: en la calidad.