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Faltan ustedes

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 Por: Alejandra Jorquera

 Cerca de cuarenta estudiantes llevan un mes en huelga de hambre, mientras que otros comenzaron el domingo pasado un ayuno en el que progresivamente han disminuido los líquidos. Huelga seca. La peor de todas.

 Escribo este post y  miro las imágenes de un programa matinal de televisión en el que entrevistaron a las madres de algunos de estos jóvenes y a un padre que, desesperado, irrumpió ante las cámaras “porque ya no doy más y no puedo permanecer indiferente”. Los veo tratando de contenerse, pero es imposible: son sus hijos los que han tomado una decisión y los apoyan, a pesar de que observan con terror cómo han bajado 10 kilos, cómo se les marcan los omóplatos en la espalda y cómo las ojeras les van cubriendo la cara día a día, noche a noche.

 Una mamá temporera que recibe $182 mil, el sueldo mínimo o la cuenta semanal del supermercado de muchos de nosotros. Un papá profesor que gana 500 mil pesos y tiene dos hijos universitarios y una deuda de 30 millones, resultado de los compromisos de pagos contraídos con una casa de estudios. 500 mil pesos, cifra parecida a lo que cuesta un IPad2, como el que tengo yo y muchos de mis conocidos. Vergüenza, simplemente vergüenza.

 Así vive una inmensa parte de Chile y si esto no es un delito moral, no sé de qué estamos hablando. Si esto no es segregación y desigualdad, díganme entonces qué es.

 El martes de esta semana, los principales dirigentes estudiantiles acudieron al Congreso  para exponer su posición frente al tema del lucro ante la Comisión de Educación del Senado. En un lado de la mesa estaban ellos y en el otro la transversalidad parlamentaria. Los jóvenes  interpelando al sistema en su casa y en su cara. Lúcidos, exigiéndole al Estado “que sea garante de los derechos y no de los bienes del mercado”. Recordándonos a todos, que para la mayoría de los chilenos acceder a la educación es prácticamente la única  oportunidad que tienen en la vida, y que si ésta es paupérrima, marginadora y parte de una lógica retorcida, no existe “boleta de garantía” que les devuelva nada, dejando en evidencia una vez más, la cantidad de demandas insatisfechas y un sistema institucional que es incapaz de vehiculizarlas, porque hacerlo sería atacar el problema de fondo y ahí con los intereses topamos, Sancho.

 Se les ha acusado de todo: desde la bajeza de tildarlos de “inútiles subversivos” (sí, Carlos Larraín, así los trató usted, por más explicaciones insólitas a las que haya recurrido ex post para justificar sus dichos y por más benevolencia que haya encontrado entre periodistas obsecuentes o sociólogos melenudos rendidos ante el poder. Esos que están siempre listos para hacer una genuflexión frente a las ‘humoradas’ del patrón). Se les ha dicho que son intransigentes, que quieren reeditar Mayo del ‘68, que son los promotores del caos, que quieren resucitar la ENU, y hasta que son los causantes del aumento de la delincuencia. Tampoco han faltado algunos senadores de la Concertación más preocupados de que no pierdan el año escolar que de enfrentar el tema de raíz. ¡Como si el  asunto fuera ese!

 El gobierno anunció una nueva propuesta tendiente a destrabar el conflicto estudiantil. Cuando este post se publique, ya se habrán desatado las reacciones, por lo que no pretendo emitir ningún juicio sobre lo que no conozco aún, salvo esperar que ésta apunte a las demandas reales y que -para hacer una excepción- no traiga coladas las infaltables letras diminutas.

 No quiero un estudiante muerto, ni a causa de una huelga de hambre ni por culpa de una bala disparada en la locura. Tampoco quiero hacer canciones ni elegías para ellos, porque eso es discurso fácil y retórica vacía. No quiero mártires. Quiero, al igual que muchos, ver al gobierno y a la clase política completa dispuestos a  hacer cambios de verdad. Las condiciones están, las convicciones de los jóvenes también. Faltan ustedes, señores. Como siempre.