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Te arriendo un depto., pero ¡ándate de la casa, por favor!

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por: Fernanda Derosas.

Por comodidad o porque no les alcanza la plata, a los jóvenes no les quita el sueño irse de la casa paterna. Sus padres, en cambio, quieren cerrar el ciclo de crianza y pololear tranquilos. Entonces, les dan el empujón inicial para que se independicen.

Tiene 35 años y aún vive con nosotros. Eso no es normal", le dice el padre de Tripp a su esposa. La conversación fue la antesala de una decisión extrema de la pareja: contratar a una mujer que actúe como su polola para que lo incentive, de una vez, a dejar la casa de sus padres. Suena exagerado, pero ese es el punto de partida de la película "Soltero en casa". Una paradoja que también viven algunos padres en Chile, que ven cómo sus hijos alargan indefinidamente su permanencia en el nido familiar cuando ellos quieren ponerle término al ciclo de la crianza. Entonces, cuando las indirectas no surten efecto, buscan cómo darle un empujoncito a sus hijos para que se independicen. Por estos lados, contratar a Sarah Jessica Parker, como en la película, no es alternativa. Pero sí se escucha de manera muy sutil: "hijo, yo te ayudo con el arriendo de un departamento".

Muchos adultos jóvenes no se sienten preparados para tomar las riendas de su vida. Otros, simplemente, postergan esa decisión. Prefieren seguir en la comodidad de la casa de sus padres sin darse cuenta que los pueden tener cansados. ¿No me cree? Según una encuesta realizada por el Centro de Estudios de la U. de Talca, el 88% de los jóvenes mayores de 25 años dice que sus padres "están felices" de tenerlos todavía en casa, sin embargo, el 52% de los padres se declaró incómodo, deseoso de que su hijo tenga su propio hogar.

El fenómeno ya lleva algunos años instalado en el país y amenaza la tranquilidad que los padres quieren recuperar al dar por terminado el ciclo de la crianza. Y como ellos no reaccionan, muchos están optando ahora por, simplemente, arrendarles un departamento para que se vayan. Lo sabe Sebastián, que tenía 29 años cuando llegó a su casa y encontró sobre la mesa de la cocina un artículo de un diario sobre los hijos que no se quieren ir de la casa. "Entendí, claramente que, el artículo lo habían dejado ahí para que yo lo leyera", cuenta. Antes había recibido otras "indirectas". "Yo tomo un litro diario de Coca Cola y siempre mi mamá las incluía en las compras del mes. Pero de repente desaparecieron del refrigerador: las tuve que comprar yo", recuerda. Sebastián tampoco era un factor de sociabilidad en la casa. Si le decían que el almuerzo estaba listo, él ya había almorzado por su cuenta. Si su mamá entraba en la mañana a su pieza, lo más probable era que se encontrara con que su polola había pasado la noche ahí. "No le molestaba. Pero tampoco le pedía permiso", dice. Su papá corrió con el arriendo por dos años. Después, ya con pareja estable, él optó por comprar su propia casa. Ya tenía ahorros suficientes para poner un buen pie sobre la mesa.

 

Carro parados

 

Algunos jóvenes ponen lo económico como argumento para no dejar el hogar, pese a que su carnet suma y suma años. Según la Sexta Encuesta Nacional de la Juventud del Injuv, un tercio de los mayores de 25 años aún recibe ayuda económica de sus padres. Christian (25) es uno de ellos. Cuenta que cuando su última hermana se fue de la casa, quedó como el hijo único y toda la atención se volcó hacia él. Una condición que podría parecer de ensueño, pero la realidad fue otra. En vez de mimos, recibió todos los dardos: si algo se rompía en la casa, la culpa era suya. Si ponía música en su pieza, siempre estaba muy alto el volumen. Entonces, se le encendió la ampolleta. Y apenas les planteó a sus papás la posibilidad de irse de la casa, ellos no esperaron para responderle que era una buenísima idea. "Ahora están felices y contentos, pololeando de nuevo", dice Christian. Su problema es que, como actor, no le ha sido fácil encontrar un trabajo estable. Entonces, su padre es aval del departamento en el que vive junto a una amiga. Si no llega a fin de mes o una cuenta se acumula, también es su padre el salvavidas que lo cubre. Cuando va al supermercado con su madre, ella siempre le compra algunas "cosillas" para la despensa de su casa. "Mi papás me ayudan económicamente, con comida y en buena onda, porque la ayuda es súper libre", comenta. Y esa ayuda no tiene fecha de vencimiento: su papá le dijo, hace poco, que podría ayudarlo hasta que encontrara un trabajo estable. "De hecho, ya renovamos el contrato para un año más de arriendo".

 

Dos por uno

 

Más completo fue el acuerdo al que llegó Isabel Ulloa. Su hijo Pablo no sólo estaba grandecito ya, sino que tenía una relación más que estable con su polola. Entonces, con los consuegros se pusieron de acuerdo para pagar a medias el arriendo del departamento de "los niños" y, además, armárselo. "Hasta los platos se los regalamos nosotros", cuenta Isabel. En ese momento, Pablo tenía 27 años y, aunque trabajaba, la plata no le alcanzaba para todos los gastos. Incluso los padres de la pareja los ayudan mensualmente con una pequeña mesada, "por si las moscas". La casa de Isabel y Jorge ahora está más desocupada. Sólo les queda el concho. Pero les falta mucho para que siga los pasos de su hermano: apenas tiene 13 años.

La tranquilidad, para los padres, no sólo tiene un costo económico. Bien lo sabe Pamela Troncoso (51), que le ayudó a su hija Ximena (27) a conocer la vida fuera de la casa materna arrendándole un departamento y amoblándoselo por completo. "Ahora estamos mucho más tranquilos y cómodos", cuenta. Pero Ximena se ha tomado con calma hacerse cargo de sus cosas. "La ayudé en todo, desde el arriendo hasta en equipar su departamento, pero hasta el día de hoy me llama para pedirme cosas", cuenta. Por ejemplo, todas las semanas le deja una bolsa con ropa sucia, donde el conserje, para que se la lave. A Pamela le hubiese gustado que su hija hiciera las cosas ordenadamente: encontrar un trabajo estable y luego independizarse. Pero se estaba demorando mucho. Había que darle un empujoncito.